¿MÚSICA O
RUIDO RIMADO?
Lo que cuento a continuación tuvo lugar
en Almería en el mes de agosto de 2011. La primera noche la pasé de forma muy
agradable pero la siguiente la pasé de forma desagradable en extremo. ¿Qué
ocurrió? A media noche empecé a oír un ruido que pudiera ser el de un motor
automatizado para prestar algún servicio nocturno. A las tres horas de la
mañana decidí salir a la plaza para tratar de ubicar el lugar y la causa del
ruido tomando las debidas precauciones para no tropezar con gente peligrosa a
esas horas, y pronto se desveló el misterio. La discoteca de enfrente había
comenzado la sesión nocturna a media noche para terminar hacia las seis de la
mañana. La puerta principal del local y la de emergencia estaban abiertas y
pude contemplar la riada de jóvenes de
ambos sexos que entraban y salían mientras en el interior se producía un
estruendo endemoniado de ruido rimado acompañado del zigzagueo correspondiente
de luces. O sea, un verdadero infierno para oídos y ojos sanos. La temperatura
en la calle era agradable por lo que decidí darme un pequeño paseo de placer
sin alejarme del lugar, observando a distancia la conducta de aquella juventud
nocturna, y nada encontré anormal que no fuera la falta de respeto para con los
vecinos por parte de los gestores de la discoteca. Regresé a mi habitación y me
armé de paciencia. El ruido infernal de la discoteca se prolongó varias horas
más y al día siguiente fui a la farmacia a comprar tapones para los oídos contra
el ruido. Y vive Dios que los tapones eran de calidad y quedó resuelto el
problema para otras noches en que habría de repetirse el irracional, espantoso
e impune ruido nocturno de la discoteca. Esta anécdota desagradable me hizo
reflexionar sobre el problema del ruido y la música evocando otra experiencia
similar en el Auditorio de música de Madrid.
Mi sobrina Maribel y yo decidimos ir a
escuchar un concierto en dicho Auditorium. Vimos el programa y resultó que el
plato fuerte del mismo era Brahams, por lo que no dudamos en comprar las
entradas. Pero ocurrió que la primera pieza de la primera y segunda parte del
programa era una obra modernista, uno de cuyos autores se encontraba presente
en el concierto. ¡Verlo para creerlo! En un momento dado de la interpretación
de la primera pieza mi sobrina y yo nos miramos con una sonrisa de asombro por
lo que estábamos escuchando y yo no pude evitar taparme los oídos por temor a
que fueran físicamente dañados por el ruido insoportable producido por los
músicos. El colmo de un concierto de música es que los oyentes tengan que
taparse los oídos y esto es lo que a mí me ocurrió. Esta desagradable
experiencia tan singular me lleva a hacer unas reflexiones sobre el arte y
lenguaje musical.
Para hablar con propiedad de música
tiene que haber melodía, medida, armonía y ritmo. Estos cuatro elementos
admiten un margen de modalidades y formas de expresión sin fronteras siempre
que resulten estéticos, es decir, agradables y gratificantes a los sentidos,
sobre todo a los oídos. Pero hay un límite natural que es el ruido y aquí está
la paradoja de muchas piezas musicales que, analizadas fríamente, no son más
que ruido con ritmo monótono y dañino para los oídos. La música en estos casos
queda reducida a ruido rimado que impide el placer de oír y daña los oídos
finos y bien temperados. Los oídos sanos como los míos no se acostumbran nunca
al ruido rimado y corren el riesgo de ser dañados si no se los protege evitando
escuchar esas piezas musicales desagradables y poniendo distancia a los
irracionales espectáculos de ruido como el que se producía en la discoteca
antes aludida.
MÚSICA
Y AMOR
La música auténtica es un lenguaje peculiar que se presta a
las mil maravillas para expresar los sentimientos amorosos. Personalmente me he
sentido muy limitado en el conocimiento y realización de este lindo lenguaje.
Pero ello no obsta para que el lector descubra en las inexpertas composiciones
musicales que siguen a continuación mi deseo de resaltar y recomendar la
grandeza y belleza del amor en clave musical. Tengo la impresión de que las
producciones musicales que cantan el amor de enamoramiento son mayoritariamente
invasivas en nuestro tiempo y echo de menos la presencia de músicos que hablen
del amor personal en clave musical. A continuación me es grato dar a conocer
tres breves e ingenuas composiciones en clave de amor. Dos de ellas se las
dedico a María, la Madre de Jesús de Nazaret, y otra a las enfermeras que me
cuidaron en los momentos más críticos de mi vida. Y cuando hablo de ellas, me
refiero también a ellos: médicos, enfermeras. Esperanza es el nombre de una de
las enfermeras que durante mis largas permanencias en la Unidad de Cuidados
Intensivos (UCI) tuvo conmigo gestos y palabras de admiración y cariños a
corazón abierto. Por ello, he elegido su nombre para expresar mis sentimientos
de gratitud a todo el equipo clínico que me acompañó durante mi travesía entre
la vida y la muerte en dicha Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de
Madrid Norte: Sanchinarro. A todos y todas, GRACIAS de corazón. Niceto
Blázquez, O.P.